miércoles, 23 de diciembre de 2009

El niño que no sabía reír


I no era un niño como los demás. Al menos, eso pensaba él. Y no le gustaba mucho esa idea, pero se aguantaba. Es lo que le habían enseñado en su casa y, a falta de una solución mejor, funcionaba: “Jo, papá, no me has traído un regalo como me prometiste”. “Chico, ¡pues te aguantas!”. “Mami, ¿no me sacas a jugar al parque tampoco hoy? ¿Puedo irme yo?”. “Hijo, te lo he dicho mil veces. ¡Ese parque es muy peligroso! Y yo tengo que limpiar esta casa, porque si no, nadie lo hará. Si podemos ir otro día, bien; y si no, te aguantas”.

Así pues, I se aguantaba. Se aguantaba las ganas de seguir insistiendo, porque era inútil. Y cuando podía, se aguantaba también las lágrimas, aunque no era tan fácil. Muchas veces, el desconsuelo le vencía, y lloraba a escondidas. Pero a fin de cuentas, se aguantaba. Subía las escaleras, se metía en su burbuja y se ponía a dibujar sueños. Sacaba sus lápices de colores. Extendía sus folios. Y pintaba sonrisas. Retratos de su padre, de su madre, de sus compañeros del colegio, de él mismo. Pero siempre extraordinariamente alegres. Siempre haciendo algo que él no había hecho nunca: reír.

domingo, 20 de diciembre de 2009

¡¡¡ Yupiiiiiiii !!!


flipao456: ola princesitahapy!
flipao456: oye, ke e leido tu perfil y me dao cuenta ke tenemos muxas cosas en comun! Los 2 stamos en los mundos de yupi!
princesitahappy: Sí, claro, ¿pero en cuál de ellos?
[listo! ke eres un listo!]

lunes, 7 de diciembre de 2009

Des...pués

Des…ahogada
Des…atontada
Des…perezada
Des…pierta
Des…bloqueada
Des…pabilada
Des…pejada
Des…cansada
Des…agraviada
Des…preocupada
Des…cubridora
Des…tacada
Des…collante
Des…eable
Des…eosa
Des…eada
Des…pampanante
Des…lumbrante
Des…envuelta
Des…enfadada
Des…melenada
Des…cojonada
¿Des…crita?

sábado, 5 de diciembre de 2009

Cosquillas


Tal vez no se trate de nada extraordinario. No soy médico, ni psiquiatra, ni ningún estudioso del tema. Siempre he pensado, por sentido común, que debe de guardar alguna relación con el plano anímico más recóndito, como si fueran una especie de manifestación psicosomática del subconsciente. Pero jamás he profundizado lo más mínimo al respecto para poder comprobarlo. Como tantas otras veces, la magia del sentimiento acaba imponiéndose y sometiendo a la ceguera insensible de la razón.
Soy una de esas personas con muchas cosquillas; tantas que a veces las siento aunque ni siquiera me toquen, con sólo hacer el amago. Y sin embargo, ella consiguió quitármelas. Poco a poco, sin prisas. Después de infinitas y fugaces horas, pero en escasos y distantes días. Como una evolución natural y lógica, dentro de la comunión de cuerpo y mente casi perfecta que fuimos trabando al conocernos. Al final, mi piel era posada cálida y apacible para sus manos viajeras y aventureras.
Y ese es sólo uno de los pequeños milagros que obramos la una en el otro y el uno en la otra, pero la lista podría ser interminable. Por eso –y por todo lo demás–, nunca podré odiarla, aunque las cosquillas y la ausencia de ellas hayan dejado paso a un dolor que se va alejando, pero que no acaba de irse. Tan sordo como el olvido. Tan vivo como el recuerdo. Tan presente como la nostalgia.