sábado, 4 de junio de 2011

Intríngulis :D

Me llegas hasta el intríngulis de mis desvelos,
donde las ramas se aletargan al compás de los druidas inocentes
que pueblan la noche.
No exento de tus sueños está el andar de los andares,
que, cuando el río suena, lleva agua de otros mares,
perdidos de colores remanentes.
Como la blanca flor de los estanques.
Y estancado está tu recuerdo, mientras cada noche que pasa,
silba una daga, afilada y silenciosa,
como nunca que eres mía,
como siempre que eres reina.
Desde el atril de la espesura,
dibujo las intensas llamaradas de la pasión
que ciega tu pecho. Tu carne. Tu lecho.
Y cuando mañana alboreen relámpagos de grandeza,
despiértame por la avenida,
y pinta una retaguardia que no albergue derrotas,
sino delirios de amantes.
Sedientos. Picantes…

Inspirado a partir de este locurón... después de aplicarlo al mío propio, por supuesto :D

sábado, 26 de febrero de 2011

Quinceañeros de ida y vuelta


Era como si a la secuencia espacio-temporal del universo le hubiera salido un agujerito rebelde. En aquel apartado banco del parque, el reloj no corría. Como dos gotas de aceite que se negaban a hundirse en el océano de la mediocridad cotidiana, aquella pareja estaba entregada a lo suyo, ajena a todo lo demás, flotando de gozo. Ella se dejaba hacer. Él sólo tenía ojos para ella. Bueno, y labios. Y manos. Sobre todo, labios y manos.

Con esas armas tan sencillas, y centrándose exclusivamente en la cara, el pelo y el cuello de ella (aparte de eso, su mano apenas había amagado con dos o tres excursiones descendentes hacia los inicios del canalillo), él había contribuido, alucinado, a que todo el cuerpo de ella empezara a retorcerse y a contorsionarse de puro placer. ¡Y eso que todavía quedaba lo mejor! Él no daba crédito a lo que estaba viviendo. Ella, menos todavía:

—¡Madre mía! ¡Si parece que tenemos 15 años! —acertó a exclamar espontáneamente, en un momento de respiro.

Él la miró a los ojos, sonriendo. Sus palabras también le salieron del alma:

—Claro que tenemos 15 años. Y unos cuantos más, es verdad, ¡pero los quince los tenemos! Nunca podremos comportarnos como personas de 50 hasta que no los hayamos cumplido, porque no hemos pasado por esa experiencia. Pero los quince podemos rescatarlos siempre que queramos.